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Ver vídeos antes de abortar
Esta noticia me trae un amargo recuerdo de mi etapa colegial. En 7º u 8º de E.G.B., cuando tenía 13 años, teníamos un tutor y profesor de matemáticas y ciencias naturales que era «kiko«, o sea, del Camino Neocatecumenal (siempre me sonó un poco a prehistórico). El susodicho, como buen miembro de la secta comunidad, tiene hijos a más no poder (cuando dejé el colegio creo que iba por el noveno), y su mujer, según nos contaba, era médico. El profesor nos contó dos anécdotas curiosas ese día, a cada cual más demagoga y sorprendente. Un día, mientras estábamos en silencio «concentrados» en resolver nuestros problemas matemáticos, el «kiko» se lanzó a hablar, y sin venir a cuento nos narró una historia:
– Sabéis que mi mujer es médico, ¿verdad?
(El pelota de la clase, que además ya había terminado los ejercicios porque debía ser muy listo, asintió)
– Pues el otro día vino una mujer a su consulta. Estaba embarazada y le dijo a mi mujer que quería abortar. Mi mujer le preguntó por qué había llegado a esa conclusión. La paciente le comunicó que ya tenía un hijo y que debido a su situación económica, alimentar a otro hijo era algo que no se podía permitir. Dicho esto mi mujer le contestó: No hay problema mujer, podemos hacer lo siguiente. Mate a su hijo mayor y así podrá nacer el pequeño y sólo tendrá que alimentar a uno.
Pim. Pam. Pum. Bocadillo de atún. Como el profesor debía pensar que a nuestros 13 años éramos idiotas, otro día, en las mismas circunstancias, nos contó una algo más metafórica. Ésta no tiene precio:
– El otro día estaba en la cocina, haciendo la cena. Decidí hacerme unos huevos fritos. Abrí un huevo y lo eché directamente a la sartén. Y ¿sabéis lo que vi?
(El pelota de la clase preguntó algo como «¿Qué vió, Maestro?«)
– Un pequeño pollito que aún no había salido del huevo. Podía verse bien definido su pequeño cuerpecito mientras se freía en la sartén.
Siempre me pregunté si al final se lo comió.
Pero estas dos anécdotas no fueron las únicas lecciones impartidas por el «kiko». Una tarde nos llevó al salón de actos para proyectarnos una película. El vídeo era un documental casposo sobre el aborto. Por supuesto era una película anti-abortista. Tan sólo recuerdo el final. El gran final. Era un primer plano de una vagina abierta. Poco a poco, de él iban saliendo trozos de feto, placenta y sangre. El último trozo era visiblemente la cabeza del embrión. Tras esto una compañera vomitó en la primera fila, y volvimos al aula.
Lamento si esta última descripción ha herido la sensibilidad o revuelto el estómago de algún lector. El «kiko» se tomó la inmoral e injustificada libertad de comernos la cabeza intentando convencernos de cómo era un aborto común. Obviamente lo que vimos salir de aquella mujer era un embrión con más de doce semanas de gestación (límite máximo para practicar un aborto legal), de hecho claramente tenía bastantes meses, por lo que nos expusieron un caso totalmente alejado de la realidad y de cualquier debate actual, ya que presumiblemente se trataba de un aborto por fallecimiento accidental del feto o por peligrar gravemente la vida de la madre en caso de continuar con su embarazo. Éramos demasiado jóvenes, pero algunos lo suficientemente adultos como para saber que aquella demostración no fue ni ética ni realista.
Espero que los vídeos proyectados por la Generalitat Valenciana no sean seleccionados por personas como aquel profesor de matemáticas y ciencias naturales, y «kiko» de vocación.
Bueno, más información sobre la noticia, aquí.
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