LA JUSTICIA, HA VUELTO. La ciega, pero certera en sus mandobles. La del filo engrasado con la sangre de los intocables. La que no ve, pero nos escucha. La que sólo conoce una sentencia. La definitiva.

Y sí, la que lamentablemente ya sólo existe en nuestra imaginación y más sórdidos deseos.

Por eso, en su compromiso por desestresar esta sociedad, Un respeto a las canas convoca la tercera edición de LA PENA DE MUERTE ILUSTRADA.

Un año más, este humilde dibujante pone su guadaña de grafito al servicio de los macabros deseos de sus lectores, quienes podrán convertirse en el afortunado jurado popular que decida qué personaje público será el próximo en ser sometido a MUERTE ILUSTRADA.

Los más veteranos recordarán las dos ediciones anteriores, en las cuales se sentenció a las, por aquel entonces, celebridades más repudiadas del momento.

En la primera edición, tal honor fue indiscutiblemente concedido a Andrea Fabra acompañada de su tuerto padre, quienes sufrieron oportunos accidentes en el desértico Aeropuerto de Castellón.

En la segunda convocatoria fue Mariano Rajoy, cuya muerte fue fruto de un involuntario suicidio provocado por una interminable colección de mentiras.

Por lo tanto, cabe recordar que, estos dos nombres quedan automáticamente excluidos de las votaciones.

Dicho esto, querido lector, DESAHÓGUESE Y PROPONGA EL NOMBRE DEL PERSONAJE PÚBLICO QUE HAYA HECHO SUFICIENTES MÉRITOS PARA SER CONDENADO A UNA CRUEL, SANGRIENTA Y HUMILLANTE PENA DE MUERTE ILUSTRADA.

Puede participar:

– Escribiendo el nombre del/de la condenado/a en un comentario de esta misma entrada
– En Facebook. Escribiendo el nombre del/de la condenado/a en los comentarios de la imagen aquí enlazada: [¡Aquí! ¡MATA!]
– En Twitter. Escribiendo el nombre del/de la condenado/a seguido del hashtag #penademuerteilustrada
– O escribiendo el nombre del/de la condenado/a una notita perfumada y dejándomela debajo de la almohada.

Se abre la veda. Busquen el dolor en su interior. Ríndanse a sus deseos más primitivos. Recuerden cada vez que jalearon en la intimidad de sus hogares aquel «¡Ojalá te mueras, hijo de puta!» ante el televisor.

Díganme un nombre. Yo haré el resto.